La filosofía del yoga no propone un desapego absoluto sino un apego selectivo. Al menos según mi interpretación y la de algunos estudiosos.
Mi propuesta es considerar ese apego selectivo en el marco de nuestra propia cultura, situación, aspiraciones y vitalidad.
Creo en una práctica adaptativa que honra los contextos a la par que promueve su mejora. Un vivir que no es víctima de sus tiempos sino una guía para surfear los desafíos individuales y sociales de cada época.
Promuevo el apego a los afectos de calidad porque son la base de nuestra salud mental. Pertenecer nos incluye en las cadenas de reciprocidad del cuidado y la inspiración.
Creo en los apegos a los buenos hábitos. En mi caso, la búsqueda del mar y el sol es un apego nutrido que me regala voluntad y momentos solitarios al son de la espuma marina.
En cuanto a desapegos creo que no es muy difícil detectar algunos puntos esenciales en los cuales el apego nos sumerge en un gran dukkha (sufrimiento): imagen, estatus, fama, éxito, conocimiento, seguridad…
Os recomiendo definir los apegos y desapegos con el corazón. Porque, como dice Simón G. Mundy, la mente pensante es el ladrón de la felicidad y el corazón es el hogar de la conciencia.
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