La mayoría hemos oído hablar de la resiliencia, un término contemporáneo que desarrolló el neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik.
La resiliencia es, para mí, como la colchoneta elástica de las emociones; el tejido blando y acogedor en el que las cosas caen, impactan y rebotan. La resiliencia es la textura que marca la diferencia entre las personas que, ante las dificultades, se hunden, y las que, por el contrario, crecen con ellas. Es bueno jugar en su equipo, se cultiva con la actitud y la constancia ¡y la ayuda necesaria!
La vida, con todas las emociones que provoca, puede usarse para cultivar la resiliencia. No hay que esperar a grandes dramas, aunque cuando vienen nos sirven para poner las cosas en perspectiva, aún más.
Cada día hablo con muchas personas diferentes, además de mi familia y amigos, bien en grupos como formadora o individualmente como mentora. Gracias a esto escucho muchos relatos humanos, respiro con muchos pulmones, impulso muchos proyectos y sostengo muchas emociones.
Me parece un privilegio observar los aspectos comunes de la experiencia humana, así como los matices y destellos que forman en cada reflejo individual. Por eso, quiero deciros: la fortaleza para acoger y sostener emociones me parece la más importante que podemos darnos y dar a los demás.
El intelecto iluminado vive de un corazón sereno y un cerebro regulado. La mejor manera de prosperar es la regulación emocional; nos hace más creativos, mejores comunicadores, más intuitivos a la hora de tomar decisiones y más valientes ante las dificultades. Ser fuerte no es ser dura, ser fuerte es creer en nuestra capacidad para adaptarnos y reponernos cuando es necesario.
La resiliencia es una combinación de equilibrio, flexibilidad, perspectiva y fe; una postura curiosa e interesante.
Os recomiendo esta maravillosa charla de Boris Cyrulnik.