Las cosas importantes y relevantes de la vida no son unidireccionales, ni tampoco bidireccionales. Las cosas más valiosas que tenemos (el cuerpo, la naturaleza, el amor, la sabiduría) son sistemas complejos.
Los sistemas complejos, según su propia definición, son imprevisibles y funcionan en base a interdependencias múltiples, que no son fácilmente trazables desde su origen hacia su final, sino que dibujan senderos sinuosos con múltiples cruces y yuxtaposiciones.
¿Qué significa esto? Que la vida es rica, compleja y misteriosa. Cuando una relación de amor prospera en el tiempo, por mucho que los expertos se vuelvan locos para ofrecer explicaciones, como mucho podrán nombrar una serie de claves como comunicación, respeto, paciencia, empatía... Pero lo más importante (el amor) no será nombrable porque es una experiencia en la que la palabra no alcanza a recoger su amplitud.
En mi propia vida a menudo recibo muchas preguntas sobre mi evolución profesional. Apenas las personas que me rodean se adaptan a una nueva faceta profesional, aparece una nueva dimensión que la transforma o renombra. En una línea de investigación, como es el potencial humano, me he dado el permiso de crecer y ampliar sin prejuicios.
El hecho de que la sociedad no entienda bien a las personas que no siguen una línea recta no significa que hacerlo sea incorrecto. El talento humano no se debe rodear de paredes, prejuicios o limitaciones. No hay tanta diferencia entre liderar un grupo y liderar el propio cuerpo. No es un abismo el que separa las tradiciones milenarias de la productividad sostenible o la prevención del burnout.
No solamente soy muestra viviente de que una persona puede tener múltiples talentos y trabajar con ellos transversalmente, sino que me sumo a una estirpe de profesionales que se llaman en forma de "T"* y cuya cualidad es la amplitud.
*Podéis mirar el libro Amplitud (Range) de David Epstein.
A lo largo de mi vida he estudiado multitud de disciplinas. Algunas de ellas han provocado diferentes amplitudes en mi trabajo y en mis especializaciones. Nunca he dejado atrás lo que he aprendido en un área profesional, siempre lo he traído a la siguiente etapa.
Por supuesto que me he sentido vulnerable en mis transiciones, como si tuviera que dar explicaciones a alguien de por qué la neurobiología estaba en el ojo de mira o el movimiento saludable o mi interés por la facilitación de encuentros humanos para la transformación.
He aprendido a estar en esas zonas vulnerables, porque quería ser valiente y, sobre todo, escucharme y conocerme.
En este viaje he aprendido, por encima de todo, a viajar. He aprendido que no se crece en soledad ni en línea recta y que hay que estar dispuesta a invertir tiempo y recursos en buenas compañías y aprender a bailar diferentes músicas (lo cual ya no es técnica sino ritmo).
Obviamente, el océano está lleno de gente nadando, y en ese mar gobiernan la incertidumbre y el aprendizaje compartido. Nadando he encontrado a muchas personas, desnudas y vestidas, que también creían que llegar a la orilla no es el final del viaje. Esa es la gente con la quiero estar.
En este momento, amo mi vida y mi trabajo, y no daría un solo paso atrás, aunque hubiera un destino exitoso estándar y ortodoxo esperándome. La libertad no tiene precio, la autonomía es fuente de motivación intrínseca y vivir con un saludable temor favorece la humildad y humanidad necesaria para seguir avanzando, disfrutando de errores, acertijos y aciertos.
Mientras estiro mi cuerpo, expongo mi corazón y cuido mi intelecto, os ofrezco encontrarnos en los puntos medios y los puentes que vamos trazando de manera creativa y rica. Aquí lanzo oficialmente la agenda de los próximos meses, presencial y online. Gracias por ser compañía e inspiración cada día.
*****